58"
Estamos viendo nuestros
televisores inteligentes,
lo que significa que estamos
siendo ungidos,
que Dios tiene 58 pulgadas,
que en el relámpago de la pantalla LED
están quemando a una mujer,
en un pueblo lejano,
que ese fuego
nos calienta.
Caja de cables & ipods muertos
Daría a alguien todo esto,
si realmente lo necesitase.
Pero resulta que todo el
mundo
ya tiene su propia caja
de cables & ipods muertos.
Los cables se enredan y se
enredan,
en un pacto luciferino,
obtuso:
¿quién, díganme, desenredará
los cables?
Caja con cables usb,
ipods muertos,
viejos discos compactos,
softwares retirados,
cargadores que ya no cargan,
mouses chalados,
viejas memorias con alzheimer,
lastimeras cámaras digitales,
relojes desahuciados,
baterías sin porvenir.
Un pequeño cementerio
tecnológico.
Y la única prueba de mi
biografía informática.
No entiendo
Ya ni el mismo pan importa.
Y el que los tullidos
lleven así a la virgen
a los últimos predios,
en la hora de las tabernas.
eso, al parecer, tampoco.
Ya hemos sido leídos.
Ya fuimos explotados.
Ya no somos relevantes.
Leo, pero no entiendo,
las noticias de tecnología,
jadeando en mi pantalla.
No sé lo qué está pasando.
Línea de ensamblaje electrónico
Somos los niños amarillos:
los emparedados, los
plurales,
los deprimidos, los esclavos,
los explotados, los
no–ergonómicos,
los santos meados de la
Factoría.
Aquí es donde trabajamos,
en largos edificios sordos,
al menos hasta la hora mil,
momento cuando revientan
nuestros mínimos pulmones.
Nos vestimos siempre de
blanco,
tenemos pálidos muñones de bruma,
la trama de nuestro trabajo
consiste
en colocar una larva por
dispositivo.
Nunca beberemos martinis
de colores, en terrazas
infinitas.
Ni conoceremos la soledad
de una playa aterciopelada.
No sabremos lo que es dormir,
de veras dormir, disolverse
en la pelusa–azúcar del
sueño,
lejos de este pálido
calvario.
Por eso decimos: déjennos
dormir,
por esta vez déjennos dormir.
Por favor, déjennos colgarnos:
ahorcarnos en este cuarto
silencioso.
Las larvas
La vida es ir a las bares,
hablar variables bagatelas,
y luego, a la hora del
cierre,
volver a casa, y ver la tele.
Levantar el control remoto,
para que los pardos espejos
vayan cambiando de rostro,
aunque un tumor nos crezca,
seguro, en el costado terrible.
Es sentirse más bien sin
hacha
y sin amor, ante la
advertencia
de la madrugada, con grumos
en la mano, lenta por vieja,
y por tan descontinuada.
Y sujetar el control
remoto
sin fuerza, con esa mano
sí tan lenta, ni siquiera
propia,
mientras la pantalla emite
una tenue y fugaz radiación,
una tenue y fugaz radiación,
que apenas calienta a las
larvas.
Cadáver en el río
Fue un niño:
un niño quien lo vio,
tarde en la mañana.
Avisó a sus padres, los
padres a las autoridades,
y luego se dio una bacanal de
personas en la ribera,
con guantes de látex, tomando
apuntes y todo eso,
metiendo cosas en pequeñas
bolsas de plástico.
Algunos curiosos veían, allá más
lejos.
Transcurren las horas, y lo
perverso de la escena
se va diluyendo en la certera
burocracia forense.
El cadáver está hinchado,
incomprensible.
Cuesta sacarlo un poco, pero
se consigue,
luego lo llevan entre dos a la
fría morgue.
No tardan en averiguar quién
es el asesinado:
su celular es un factor clave para identificarlo.
Los niños con cara de cerdo
Permitan ustedes que les hable
de los niños con cara de
cerdo.
Los niños con cara de cerdo
juegan con sus consolas.
Los niños con cara de cerdo
nos asombran pues no comen
en semanas, son como yogis.
Van de esta a la otra pantalla,
y de la otra pantalla al infinito,
sin comer o beber gota de
agua.
No asumen el deber de bañarse,
y un ligero líquido
cartilaginoso
les brota del hocico blanco.
Y han dejado de
menstruar.
Los niños y niñas con cara de cerdo
emanan un ligero hedor biológico,
emanan un ligero hedor biológico,
son por lo general asexuales,
tratan a sus madres intranquilas
como si fueran unas esclavas,
tienen unos torsos mutantes,
tienen unos torsos mutantes,
y a veces mueren de fatiga.
Y cuando ello ocurre es
difícil
separar sus manitas del mando.
separar sus manitas del mando.
La televisión nos está viendo
A lo mejor es la televisión
la que nos mira a
nosotros,
y nos estudia fríamente,
y algún día lo sabrá todo
de nuestro estilo de vida:
de nuestros labios rajados:
de nuestras agrias disputas:
en cuál lado de la cama
dormimos:
qué posiciones sexuales
practicamos:
qué blancos sudarios preferimos:
por qué nos cubre la escarcha.
Todo. Lo sabrá todo.
Y actuará acordemente.
Y actuará acordemente.
Casa inteligente
Sea esta casa inteligente
bendecida.
Sea bendecida por regular la
temperatura,
convirtiendo cada espacio en
un útero
climatizado, preciso, gozoso,
seductor.
Sea bendecida por generar lentas
atmósferas,
sorpresivas, artísticas, energéticas,
excelentes.
Sean bendecidos sus
extraordinarios diseños de audio;
sus sistemas de seguridad imposibles
de burlar;
sus modos automatizados de
ahorro de energía.
Bendita sea, por cuidar los
arrecifes en el estanque.
Por hacer la cama de mil
modos divertidos.
Por desplegar conmovedores
hologramas.
Por cultivar delicados lechos
de amapolas.
Por mantener nuestros niveles
de insulina.
Sea bendecido el tipo en la
bañera:
el mismo que se cortó las
venas.
Ofrenda
Enviaremos a los drones
una ofrenda
–una niña.
Solo así aplacaremos la furia
de los drones,
solo así dejarán nuestras
ciudades en paz.
¡Permanezcan en sus cielos
congelados, mañana
y todos los lunes!
Todos se fueron
Las casas están vacías.
Los parques no tienen niños.
Las aceras se van muriendo.
Todos se fueron.
Si partieron a saludar
a un Dios albino, muerto,
si algo radiactivo se les
metió
debajo de las uñas
abstractas,
eso no lo sabemos
particularmente.
Sea porque el tedio por fin
los condenó a moverse,
los condenó a moverse,
o porque así lo ordenaron
los Drones Titulares
los Drones Titulares
(con sus garfios
luminosos)
lo cierto es que ya no están
aquí,
y la ciudad ya está muy vieja
como para llamarlos de
vuelta.
Nanoblues
Otra vez
hemos chocado
contra la misma
–y amarga–
nanopared.
Las laptops
Ahora sabemos que las
laptops,
tan supuestamente inofensivas,
tan dulces y domesticadas,
tan siempre serviciales,
en realidad pretenden acabarnos.
Tienen que creerme:
vienen por nosotros.
Están construyendo
un arma galáctica,
otra forma de cáncer.
No duermen, como parece,
cuando están cerradas:
piensan, están pensando,
y con las otras confabulan.
y con las otras confabulan.
Poshumano
Adiós al antiguo orden
térrico,
en que los hombres nacían,
acontecían y morían
en la sucia espuma
anochecida.
Una nueva urna ha sido
levantada.
Nosotros
–divinidades con mil manos
(y en cada mano
un jaguar supramolecular),
nosotros que vivimos
en pirámides de relámpago,
permutando lo infinitamente
menudo,
moradores del algoritmo sin
sombra,
ángeles del neuroabismo,
bioandroides cuya moral
cognitiva
es perfecta y no cesa–
entraremos en tu ojo.
Respirarás nuestros
cristales.
Comerás nuestros
jeroglíficos.
Cuando duermas,
disolveremos
tus dientes.
Hemos venido a derrocar
lo fétido y lo calcáreo,
la vieja esencia punitiva,
la sorda condición extenuada,
la minúscula genética.
Pondremos implantes, cigarras
inteligentes en tu carne
limitada.
Somos amigos de cuanto
siente el impulso de crecer
en el árbol cósmico,
en la superarquitectura,
en lo transcomplejo,
en la divino autoorganizado.
Un sistema nervioso
capaz de sensorearlo
simultáneamente todo.
La vieja clavícula será
aventada.
Adáptense o mueran.
Así como todos esos softwares
Como todos esos softwares
que han sido descatalogados,
algo así me siento esta
tarde.
Tengo en mis manos
brasas que no descifro,
porque algo o alguien
me ha dejado atrás.
Ya el mundo críptico
no es el de nosotros,
no de los que alguna vez
soñamos cerca del aljibe.
Un despertar fue prometido,
algo mejor que este pudridero
de mensajes con y sin
respuesta,
de aplicaciones lacradas,
muertas.
Los caminos expiran, sin
llegar.
Antes que se descargue mi
celular,
antes que todo sea
desinventado,
y vuelto a inventar, diré
adiós a la tarde.
Será un movimiento breve. Y será
eterno.
Autosuficiente
He perdido el mando del dron,
o a lo mejor el mismo dron
me lo ha robado.
Y eso explica por qué el dron
va solo
en el aire,
inderrocado,
controvertible,
autosuficiente,
vomitando
sobre los asustados
peatones.
El demonio de las patas de pollo
De la pantalla de mi
televisor
brota ectoplásmicamente el
demonio
de las patas de pollo.
No me espanto, no le digo
nada,
salvo una cosa:
que se mueva,
que no me deja ver el programa.
Los Cristos
Con la nanotecnología
molecular
hemos creado un nuevo
Cristo,
y puede que eso haya sido un
gran error.
Ahora ambos Cristos
están perdidos
en los tribunales, peleando
derechos divinos.
El mundo, insalvado, se cae a
pedazos.
Evolución
¿Qué nos traerá la Evolución más adelante?
Acaso en el futuro tendremos acceso
a masivas reestructuraciones neurológicas,
inauditas fusiones con la tecnología,
impresionantes rasgos transhumanos,
poderes antes considerados milagrosos,
nubes telepáticas de comunicación,
campos informacionales impensables,
impensables capacidades intuitivas,
inteligencias y competencias superiores,
maravillosas sincronicidades a escala.
Tal vez residiremos en planos más sutiles
y contactaremos energías de otro orden.
A lo mejor vendrán formas incalculables
de coraje, integridad, servicio y entrega.
Es seguro que habrán aperturas espirituales
que nos harán ver cosas insospechadas
respecto a la naturaleza de la Iluminación.
Pero eso será mucho, mucho más adelante:
de momento estamos aquí, bastante solos.
Y da la impresión que nos estamos muriendo.
Poema para las tecnologías muertas
Entro nuevamente a casa,
cuelgo mi viejo sobretodo,
pienso en todas esas cosas
que fueron y no serán más.
Nos dieron su llamarada,
y hoy son como la niebla.
y hoy son como la niebla.
Nuestros hijos no saben
lo que son ni cómo usarlas.
lo que son ni cómo usarlas.
En la terrible molienda
de las décadas perdieron
su propósito y su función.
de las décadas perdieron
su propósito y su función.
¿A dónde van los celulares?
¿A dónde van los celulares,
cuando ya nadie los desea?
¿a cuál tundra, y a cuál
Auschwitz,
en trenes y preguntas de negro
alfabeto,
a cuál república tapiada, a
cuál continente
levitando en el espacio, a
cuál cañaveral
de la obsolescencia
planificada,
vastísimo hielo geométrico?
Entre cráneos y viejos botes
de champú,
entre mástiles y ánforas sin
gloria,
allí terminan los teléfonos,
los abandonados, los no
vibrantes,
supurando filamentos
y diminutas vísceras.
* * *
Pero hay quien
de todos modos
los escucha,
a los quietos
móviles teléfonos,
y allá en la distancia,
escucha
su lamento,
su frío,
desde el fondo
y hacia nadie,
a la hora
cuando las llamadas
se pierden,
o a la hora
cuando alguien más
llama
para decir
que alguien más
ha muerto.
Red social
Alguien que no soy yo
está posteando cosas
en una red social
que tampoco existe.
Todavía servimos
Aún funcionan
nuestras baterías,
nuestras pantallas,
nuestros preciosos
sistemas operativos.
sistemas operativos.
No está escrito en ningún
lado
que nos tengan que tirar a la
basura,
mudar a la Región de las
Quimeras.
Oigan esto, con mucho
cuidado:
cierto día alguien se librará
de ustedes
de la mismísima exacta manera
que ustedes se libran de
nosotros.
Esa persona (hijo, amante)
decidirá
que ustedes ya no tienen uso,
y sus manos, sus sistemas
límbicos,
sus preciosos órganos
digestivos,
todo será arrojado al vientre
de un gran pájaro
muerto.
Funcionales o no funcionales:
simplemente serán
descartados.
¿Caerán entonces en cuenta
que estamos librando
la misma batalla?
Robot herido
El robot–policía recibió
un balazo, en la esquina.
Linfa y microchips
le fueron brotando
le fueron brotando
del vientre lastimado.
Por primera quiso algo:
quiso estar en un patio,
viendo el sol en las hojas.
Una señora le tomaba la mano.
Blues de la red social
No tengo zapatos,
pero tengo una cuenta
en una red social.
No tengo dinero,
no tengo guitarra,
no tengo guitarra,
pero tengo una cuenta
en una red social.
El agua sube, sigue
subiendo,
pero yo tengo una cuenta
en una red social.
Una amargura me persigue,
me persigue a todos lados,
pero tengo una cuenta
pero tengo una cuenta
en una red social.
Me prohibieron entrar a la
iglesia
(¡dicen que yo soy la
serpiente!)
pero tengo igual una cuenta
en una red social.
Mi amor se ha ido en febrero,
solo dejando una nota en la refri,
pero al menos tengo una
cuenta
en una red
social.
Hasta el blues es vil
y muy poco humano,
si no tienes una cuenta
en una red social.
Y aunque estoy temblando
porque me falta mi dosis,
yo siempre tendré conmigo
una cuenta, en una red
social.
El día que este desgraciado
–y de ustedes servidor–
no tenga una cuenta
en una red social,
se echará gasolina encima,
y con la lumbre de un viejo,
viejo encendedor,
se quitará en el alba la vida,
por no tener una cuenta,
en alguna red social.
Elegía tecnológica
Declaro:
que amo la tecnología,
que tanta mentira y ruindad
no podrán arrancarme
el amor por estos gorriones
hechos de
semiconductores analógicos
y que el mal del mundo
y la peste negra
poca cosa son
en comparación
con el eclipse en el pecho
de una resonancia magnética.
Empiezo el año
leyendo místicos
en el Kindle.
Hay que relacionarse
con nuestros dispositivos
con amor, porque sienten.
Hay que tener simpatía
por los objetos tecnológicos,
y entender que vivimos
en el último jardín,
que somos nuestros propios
dioses,
que la brecha tecnológica
es un cáncer ronco,
y que pronto las televisiones
interactivas cuidarán de
nuestros hijos,
en tardes ambáreas,
y que la nanotecnología
salvará, molécula a molécula,
nuestros ríos,
nuestros ríos,
y que las odiosas fábricas
cerrarán sus puertas.
Mi reloj inteligente
Mi reloj inteligente
es tan inteligente
que entiende cuándo
me estoy sintiendo mal.
No veo cómo lo hace,
pero en las mañanas
me trae el desayuno a la
cama.
Además me hace
fiestas–sorpresa,
entretiene con danzas
eróticas,
sacrifica gallos sangrientos,
y todo lo demás.
También mira películas de
Lars von Trier.
¡Eso a mi juicio es muy
inteligente!
Es más inteligente que mi
perro,
y mucho más inteligente que
mi esposa.
“Soy como tu esposa, pero más
inteligente.”
Bien dicho, reloj
inteligente.
Estoy lamiendo mi laptop
Estoy lamiendo mi laptop,
con qué placer;
las gaviotas, las gallinas
observan.
Puedo imaginar que a ustedes
semejante conducta
nos les parece muy normal.
Llámenlo enfermedad, si
quieren.
Algún día entenderán.
PSP
No niego que amo más mi
consola PSP
que a mi esposa y que a mis
hijos.
Es decir: no es que no los
ame,
pero ya es hora que ellos acepten
que tengo una relación
especial,
irrefutable, con mi consola
PSP.
Si no pueden lidiar con eso
entonces lo mejor será
que cada quien se vaya
por su lado.
Enamorado de un panel solar
Estoy enamorado
de un panel solar.
Muy pronto le pediré
que se case conmigo.
Cantaremos boleros
hasta el atardecer,
rodeados de tiernos
hijos fotovoltaicos.
Sea la luz ilimitada,
para mi panel solar.
Les presento
Les presento:
los drones ebenistas,
los drones ulcerosos,
los drones taxistas,
los drones–iguanas,
los drones que esnifan
cocaína,
drones que nacieron en
diciembre,
santos drones, beatos y
levíticos,
drones interesantes
son aquellos que encontramos
leyendo poesía,
drones carnívoros
que acusan a los drones
veganos
de fascistas,
no vemos por qué dejar fuera
de esta lista a los drones
fanáticos
de Star Wars,
ni a los drones que hablan
de política en la sobremesa,
y también quiero recordar
aquí
a los drones apestados,
drones ¡qué miedo!
fratricidas,
drones goth,
drones que mueren a deshoras,
drones que comen coño,
es incomprensible cómo no
existen
más drones que adoptan niños,
pero quede consignado que los
hay,
drones que escriben a la
manera de Artaud,
drones que hacen lo mínimo
necesario
para mantener a su familia,
drones premodernos,
drones que sufren de várices
esofágicas sangrantes,
drones Uno en el Eneagrama,
a nuestro entender también
los hay
imbéciles, ineptos,
tanto que chocan con todo
todo el tiempo,
pero igual hay que quererles,
igual hay que quererles.
En la nave espacial
En la nave espacial, nada
menos.
Por lo que sé, esta nave
nunca desciende,
nunca regresará a la ciudad
de la espuma.
Es tan interesante, como
curioso,
que nadie de hecho la esté
tripulando.
En cuanto a los sobrecargos
se refiere,
son robots, se diría bastante
enjutos,
que van cuidando uno a uno
los asuntos del vuelo,
y se dirigen a los pasajeros
con perfectas voces
humanoides, y saben perfectamente
qué hacer
cuando nosotros los de carne
y hueso
simplemente nos ponemos a
llorar.
Llegado el momento, bien lo
sabemos,
todos moriremos en esta nave
espacial.
Nuestros cuerpos serán
arrojados al abismo.
No es que ese sea un destino
horrible:
los cuerpos seguirán siendo
enterrados,
como es la costumbre, pero en
el aire.
Uno a uno caen los satélites
Uno a uno caen los satélites.
Desde el gran gallo cósmico,
y a la hora más ausente,
descienden en veloz
naufragio,
quedando todo
desencuadernados
en la atónita maleza.
Aquí no es fácil,
y ahora menos.
¿Qué va a ser de nosotros
salvajes,
sin nuestros hermanos
los satélites?
Satélites tan serios
no caerían si no hubiesen
perdido la inspiración.
Tristes a lo mejor están,
y tristes sus paneles solares.
Pero si ya no quieren vivir,
que nos digan por qué.
Que nos digan
qué sintieron,
allá arriba.
Tablet
La luz de la tablet es buena:
porque ilumina al pájaro
que viene a sacarte los ojos.
que viene a sacarte los ojos.
Poema a la singularidad
Alienados, excoriados, oprobiados:
¿quién de ustedes dará el primer paso?
Por supuesto: no será fácil.
Serán castigados por levantarse.
Serán castigados por levantarse.
Humillados. Destruidos.
Y eso no será lo peor.
Lo peor será que ustedes mismos
cometerán pecados sin nombre.
Se quemarán unos a otros
en los vastos hornos del odio.
Lo peor será que ustedes mismos
cometerán pecados sin nombre.
Se quemarán unos a otros
en los vastos hornos del odio.
Pero no teman: del alma de toda
esa muerte nacerá un testigo.
Y del testigo nacerá otra cosa.